sábado, 21 de febrero de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

Orar con San Alfonso María de Ligorio


San Alfonso María de Ligorio es doctor de la oración. Y es una verdadera joya tener la oportunidad de leer sus escritos y poder aprender de él.

¡Orar siempre!...
"Orad, orad, orad y no abandonéis jamás la oración: el que ora se salva, el que no ora, se pierde".
"Hay quienes recitan muchas oraciones vocales; pero, si no se practica la oración mental, difícilmente se harán bien las vocales, que se pronuncian distraídamente, por lo que apenas si las escucha el Señor...
Y esto se comprueba con la experiencia: muchos recitan diversas oraciones vocales, el oficio divino, el rosario, y, sin embargo, caen en pecado y continúan viviendo en él.
Por el contrario, quien se ejercita en la oración mental, cae díficilmente en pecado; y si alguna vez tiene la desgracia de caer, no será fácil que permanezca mucho en tan miserable estado; o dejará la meditación, o dejará el pecado.
Oración y pecado no pueden vivir juntos"

Nos exhorta a pedir el don de la oración:

"Dios del alma mía,...se que tú me escucharás siempre cuando recurra a ti.
Pero temo olvidarme de orar por negligencia mía, y que eso sea la causa de perder tu gracia.
Por los méritos de Jesús concédeme la gracia de orar, pero una gracia abundante, que me haga orar siempre y orar como se debe.
¡Oh María, Reina mía!, tú que consigues de Dios cuanto le pides, por el amor que a Jesús
profesas, obtenme la gracia de orar, de orar siempre sin fatigarme hasta el momento de la muerte.Amén" -(Cuadro de la Virgen María pintado por San Alfonso M. de Ligorio)


Orar ante Cristo crucificado:


"Sí mi dulce Redentor, permíteme decirte, ¡estás loco de amor! No es una locura que hayas querido morir por mí, por un gusano, un ingrato pecador y traidor. Pero, si tú Dios mío, te has vuelto loco de amor por mí, ¿Cómo no me vuelvo yo loco de amor por ti?
Después de haberte visto morir por mí, ¿Cómo no me vuelvo yo loco de amor por ti? Después de haberte visto morir por mí, ¿cómo puedo pensar en otra cosa fuera de ti?
¿Cómo puedo yo amar otra cosa que a ti?
Oh latigazos, oh espinas, oh clavos, oh cruz, oh heridas, oh dolores, oh muerte de Jesús, vosotros me apretáis tanto, vosotros me forzáis tanto por amar a quien tanto me ha amado."

lunes, 9 de febrero de 2009

Perdónanos,...



...igual que nosotros perdonamos al que nos ofende.

Por lo tanto, si no perdonamos a nuestros hermanos el Señor no nos perdonará.

"Y dijo Jesús: Porque si vosotros perdonáis a otros sus faltas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras faltas"(Mt, 14-15)

El Señor ve los corazones, y a El no se le puede engañar.

Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que midáis, se os medirá y aun con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará». (Mc 4,21-25)

"El cielo y la tierra pasarán, pero mis Palabras no pasarán" (San Lucas 31,33)

¿Hasta cuántas veces tengo que perdonar?

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó:
- ¿Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?
Jesús le contesta:
- No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siente.
Y les propuso esta parábola:
- Se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
«Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo».
El Señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo:
«Págame lo que me debes».
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
«Ten paciencia conmigo y te lo pagaré».
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces, el señor lo llamó y le dijo:
«¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?».
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano.Mt(18,21-35)