jueves, 25 de diciembre de 2008

Quédate, Señor, conmigo...

La comunión es el momento más sagrado que tenemos. Es el momento en que hay una "común unión" entre tú, y Dios. Es el momento más grande de intimidad entre tú y Él. ¿Qué harías o le dirías a Dios si se te presentase en este instante? Pues Dios se te da en la comunión, tienes ese momento. Dios va a ti, y tú vas a El. Os hacéis uno, y El quiere oír tu corazón. Todo un Dios, te abraza. Dicen que la confesión es la puerta al cielo, y la comunión es el cielo. Muchos santos se quedaban extasiados en ese arrebato de amor entre El y Dios, de hecho, San Felipe Neri se quedaba dos horas elevado del suelo después de la comunión, como en otra dimensión, arrebatado de amor. Pues el cielo, no es más que la comunión eterna con el Amor. Por ello, os dejo aquí, la oración del Santo Padre Pío, después de comulgar:


Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi vida y sin Ti con frecuencia decaigo en mi fervor.
Quédate, Señor, conmigo, porque soy muy débil y necesito de tu aliento y de tu fortaleza para no caer tantas veces.
Quédate, Señor, conmigo, porque Tú eres mi luz y sin Ti estoy en tinieblas.
Quédate, Señor, conmigo, para mostrarme tu voluntad.
Quédate, Señor, conmigo, porque necesito tenerte presente para no olvidarte, pues ya Tú sabes con cuánta frecuencia te abandono.
Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho y vivir siempre en tu Santa Compañía.
Quédate, Señor, conmigo, porque todo mi ser te está consagrado y tú me perteneces.
Quédate, Señor, conmigo, y haz de mi corazón una celda de amor de la cual nunca te alejes.
Quédate, Señor, conmigo, porque aunque mu alma es muy pobre, deseo que sea para Ti un lugar de consuelo, un huerto cerrado, un refugio de amor.
Quédate, Señor, conmigo, y haz que tu amor me inflame tanto que me consuman sus amorosas llamas.
Quédate, Señor, conmigo porque se hace tarde y caen las sombras, es decir, se pasa la vida, se acerca la cuenta, la eternidad y es preciso que redoble mis días, mis esfuerzos y que no me detenga en el camino y por eso te necesito. Se hace tarde, viene la noche, me amenazan las tinieblas, las tentaciones, las sequedades, las penas, los dolores, y Tú me eres preciso Jesús mío, para alentarme en esta noche de destierro. Cuánta necesidad tengo de Ti.
Quédate, Señor, conmigo porque en esta noche de la vida y de los peligros deseo ver tu claridad, muéstrate y haz que te reconozca como tus díscipulos en el partir el pan: que la unión eucarística sea la luz que aclare mis tinieblas, la fuerza que me sostenga y la única diche que anhele mi corazón.
Quédate, Señor, conmigo porque cuando llegue la muerte quiero estar junto a Ti, quiero tener mi alma unida a Ti por la gracia y por un abrasado amor.
Quédate, Señor, conmigo, no te pido sentir tu adorable presencia y tus divinos regalos, que no los merezco, pero tu presencia en mí por la gracia, oh, sí que te la pido.
Quédate, Señor, conmigo pues a Ti solo busco, busco tu amor, tu intimidad, tu corazón y tu gracia. Te busco por Ti mismo porque te amo y no te pido más recompensa que amarte con firmeza, prácticamente, amarte cuando pueda, amarte con todo mi corazón en la tierra para seguir amándote con perfección en la eternidad. Amén.

No hay comentarios: